XL

Si un solo megalómano, pintor frustrado, impuso su idea de la estética a uno de los pueblos más cultos y civilizados de Europa, con el beneplácito de las clases dirigentes económicas, y los elogios de una parte de sus figuras culturales eminentes, y los llevó a una guerra devastadora que convirtió a las ciudades en ruinas humeantes, decoradas con la sangre de millones de seres humanos; que no harán millones de megalómanos, orgullosos de su talento, lanzados a la conquista fotográfica del mundo, a conseguir LA fotografía perfecta, bañados en las empalagosas aguas de un yo ajeno a las consecuencias, satisfecho de sí mismo. La irresponsabilidad y la indiferencia elevada a arte son el punto de partida de la proclama de que todo el mundo es (un) artista; una afirmación que hermana a la humanidad, y la aniquila, el fin del mundo equivale al fin del arte. Al final medio mundo quiere ser artista al precio que sea, al menos en su tiempo libre; la otra mitad, objetivo de sus cámaras, muere sin tener nada que llevarse a la boca.