XXI

La deriva es un ingrediente esencial de la visión que combina los aspectos antagónicos de la inmovilidad y la rapidez en los movimientos, el reposo absoluto y la velocidad de vértigo. La trayectoria errática, el deambular, la espontaneidad de la mirada, crea una pauta de las imágenes, un programa de visionado a tiempo real que actúa a modo de exploración e influencia mutua del interior y el exterior. El observador en movimiento no sabe realmente adónde va y, en consecuencia, quién es ahora, hasta que se pone en marcha y se transforma por la variación continua de qué ve, sin saber nunca qué vendrá después, y con una memoria limitada del pasado. Lo único que permanece es una actitud contemplativa, una atención flotante a las variedades del mundo, ojo fugitivo que va de detalle en detalle, abeja libando entre las flores.