XXXXIX

El mundo es admirable y exige admiración sin reservas; a la vez, insta a mantener el secreto, eleva una súplica de piedad y gracia. El tuerto, el momentáneamente cegado por el sol, el ojo deslumbrado, tienen el verdadero secreto de la imagen. Mirar con un ojo tapado con una mano y el otro abierto pero con la mano libre alzada hacia el sol, vela lo que no se puede dejar de mirar, a modo de ejercicio sutil de iconoclastia. Esta falta de reverencia por la imagen, amante del objeto parcial, que ve cuando no ve y todo aquello que no ve es iconoclasta porque condena a una imagen imperfecta, fugaz e incompleta, veladura de lo mostrado y revelación de lo oculto. El término no tiene fin; la sentencia de muerte es aplazada sine die.

XXXVIII

La era de la fotografía sigue la estela del nazismo, el programa de la estetización de la política significa separar de forma irreversible la estética de la ética; la consecuencia inmediata es la conquista y colonización del mundo más allá de todo valor, la consagración del arte por el arte. La esvástica no ha coronado la tierra. Tampoco hacía ninguna falta. La fotografía es un medio mucho más eficaz, es el medio de corrupción y dominio perfecto, cristal circular rodeado de sangre, mirada mortal que pone en peligro la existencia real de lugares, cosas, animales y personas, y aniquila virtualmente la gracia, la inocencia y la generosidad innata de la fiesta para los sentidos que se celebra a nuestro alrededor. A cada momento, en cualquier lugar, no importa lo alejada u oculta que esté, la banalización instantánea que afecta a una u otra mundanidad es retransmitida a todos los rincones del planeta, en todas partes, en cualquier momento. El apocalipsis ya ha empezado, empezó con el primer click de la cámara y se ha acelerado con la digitalización. La risa parecía natural ante la supuesta ignorancia de los pueblos indígenas, al reaccionar con miedo ante la visión de su propia imagen; el verdadero terror todavía estaba por llegar, una civilización entera de ignorantes y seres sin escrúpulos sucumbirá ante su autorretrato, los ordenadores chisporretearán con billones de archivos y el viento cálido del desierto arrastrará, y sepultará, las imágenes de una barbarie anunciada. No quedará nadie para verlo. Cuando la imagen de la vida, importa más que la propia vida, todo aquel que viva por la imagen, morirá por ella. Imagen inmortal que tiene por único objeto matar y morir; la muerte como estética dominante, evento privilegiado. Llega la hora de la iconoclastia